Novela contemporánea japonesa: «Un grito de amor desde el centro del mundo»

El amor

Cuando en el año 2001 se publicó en Japón la novela de Kyoichi Katayama Un grito de amor desde el centro del mundo, nadie podía imaginar que pronto se convertiría en la novela japonesa más leída de todos los tiempos. Millones de adolescentes, primero en Japón y enseguida en el resto del mundo, se emocionaron leyendo la historia contada con sencillas palabras por el protagonista, Sakutaro Matsumoto.

«Aquella mañana me desperté llorando. Como siempre. Ni siquiera sabía si estaba triste…». Con estas palabras Sakutaro comienza a contarnos su historia de amor con Aki, una adolescente inteligente y hermosa querida por todos. Y lo hace al despertar el mismo día que va a tomar un avión junto a los padres de Aki para esparcir sus cenizas, respetando los deseos de ella, en un desierto de Australia.

El autor y su obra

Kyoichi Katayama nació en 1959 en la prefectura de Ehime, al sureste de Japón. Los estudios que cursó en la universidad no tienen nada que ver con su carrera literaria, ya que se graduó en economía política. Comenzó a escribir en 1986 con algunas colaboraciones en revistas y se estrenó con la novela Kehai. Siguieron después No creáis en John Lenon, Moby Dick en la luna llena y otras novelas. Pero su obra revelación fue Un grito de amor desde el centro del mundo, publicada en 2001, que ha vendido millones de ejemplares en Japón y se ha traducido a varios idiomas, convirtiéndose en la novela japonesa más leída de todos los tiempos y en un libro de culto para millones de adolescentes en todo el mundo.

Escenas de la serie basada en el libro del mismo título

No he encontrado mucha información sobre el autor. Tampoco en inglés he sido capaz de encontrar gran cosa buceando por las redes. Parece que, después de esa fama que ni él se esperaba, ha huido de ella en un intento por defender su intimidad. Esto solo me lo imagino, pero si es así, me parece muy plausible.

Hay una entrevista publicada en El País, después de la edición del año de Saeko, su última novela, donde viene a decir que no se explica esa fama, que su novela Un grito de amor…, es una historia muy común accesible para cualquiera. Sekachu es la abreviatura con la que se conoce Un grito de amor… en Japón, y en ese país cuando a algo se le pone una abreviatura es porque se ha convertido en algo familiar, algo que ya es propiedad de todos como ocurre con la cadena McDonald´s, conocida como Makudo.

Sekachu, junto con la serie coreana Sonata de invierno (qué título más bello, por cierto, muy valleinclanesco) se han convertido en estandartes del Boom del amor puro. Una tendencia que todavía está de moda entre las jóvenes niponas, una manera de ver la relación amorosa en su forma más pura, libre de sexo y de cualquier contaminación erótica.

Pero el propio autor nos dice en esa entrevista «Nunca me he identificado con esa corriente» y no se explica el éxito de la novela ni su traducción a tantos idiomas y que se haya realizado un manga, una telenovela y dos películas, una japonesa y otra surcoreana, My Girl and I, que se puede ver en español en YouTube.

En la entrevista, Katayama se queja de la terrible transformación del Japón moderno, de la perdida de las tradiciones y las costumbres que lo han convertido en un país un poco inhóspito para los más ancianos.

Os dejo el enlace de la entrevista por si queréis conocer algo más a este autor:

https://elpais.com/diario/2011/03/19/babelia/1300497163_850215.html

Kyoichi Katayama(1959)

En 2006, seis años después, publicó El año de Saeko una novela de amor, sutil y profunda, con dos personajes inolvidables, donde de nuevo trata el amor como el protagonista central del libro. Evidentemente no es un autor muy prolífico, aunque con esta nueva novela consigue de nuevo alcanzar un notable éxito. Desde entonces han transcurrido dieciséis años y no hemos tenido noticias de que haya publicado una nueva novela, aunque parece que sí escribe manga y ha colaborado en guiones de series y películas.

En toda la obra de Katayama encontramos las características de casi todos los autores japoneses que mencionábamos en otro artículo de esta web:

https://joseluisjimenozarza.com/novela-contemporanea-europea-kazuo-ishiguro-nunca-me-abandones-y-los-restos-del-dia/

(SIC): «En la literatura japonesa contemporánea, aunque está más abierta ya a las influencias occidentales, seguimos encontrando detalles, rasgos singulares que la caracterizan y la hacen inconfundible:

La introspección en sus personajes, la forma de escudriñar en sus pensamientos, sus emociones, sus sentimientos. Es algo que encontramos en todos los escritores japoneses contemporáneos: Mishima, Kawabata, Murakami… y, también en Kazuo Ishiguro.

El intimismo, la introspección, la voz narrativa que se adentra en los sentimientos más íntimos de sus personajes. Una voz que te habla de esa intimidad como si tú fueras el único lector del mundo y te ruboriza y te avergüenza por obligarte a entrar en lugares donde nunca deberías entrar. Hay escritores occidentales intimistas, claro, pero estos son más descarnados, estos abren en canal el corazón o la mente o dondequiera que estén los sentimientos y los muestran como en un escaparate.

Los escritores japoneses son más sutiles, entran poco a poco, desmenuzan cada emoción en minúsculas partículas y la va mostrando como ese vendedor que saca uno a uno del almacén secreto el brocado de damasco y lo va desenrollando lentamente, dejando que la maravilla del dibujo se revele ante tus asombrados ojos. Aunque no por eso deja de ser indiscreto, es cómo un pájaro atisbando detrás de una ventana.

La descripción minuciosa, la parada en detalles que a los occidentales nos suelen pasar desapercibidos. El color pálido de una flor que se abre al sol de la mañana, el rumor de las olas en la playa lejana, la canción del viento, la luna que se refleja en la charca, la silueta borrosa de las lejanas colinas nevadas, el brillo de una pequeña hoja lavada por la lluvia…

Encontramos también en la literatura japonesa un particular interés por las señales físicas que emiten los personajes, la interpretación de los movimientos y de los gestos, la búsqueda del significado del más mínimo gesto, de una breve sonrisa, de una mirada…»

«Un grito de amor desde el centro del mundo», la novela

Está narrada en primera persona, es un largo flashback, una analepsis relatada desde los recuerdos de un presente no muy concreto donde su protagonista, Sakutarô, nos cuenta la historia de su primero y único amor con Aki, una joven que conoce en la escuela y que pronto se convierten en amigos inseparables. Y lo hace con una voz trémula, cargada de nostalgia y de un amor que no se apaga con el paso del tiempo.

La novela está en la línea de los grandes escritores japoneses contemporáneos: Mishima, Kawabata, Murakami… Encontramos la misma sensibilidad en la voz narrativa que nos adentra en los sentimientos de los personajes a través de un gesto, una mirada, un sutil movimiento, una palabra susurrada. También se da ese efecto bruma del que habla Umberto Eco. El escritor nos lleva y nos trae, nos conduce entre los diferentes momentos de un pasado que se va desvaneciendo y consigue que entremos en la historia olvidándonos del tiempo real, dejándonos mecer al ritmo de sus recuerdos.

En esta novela, la voz del protagonista nos habla con el desenfado propio de los adolescentes, pero va evolucionando en el tiempo. Una voz que se adapta y le acompaña durante el viaje íntimo de su amistad hasta llegar a ese momento milagroso en el que descubre el amor y se produce en él una especie de epifanía cuando comprende que todo eso que siente por esa chica es amor.

«De pronto, me asaltó el impulso de echar a correr. Junto con la alegría que colmaba mi corazón, tuve la conciencia por primera vez de ser uno de los chicos que estaban enamorados de Aki…»

El amor entre los dos jóvenes crece y se transforma en una pasión que los hace inseparables. Él la desea sexualmente, o eso cree, busca las ocasiones para poder realizar su deseo, pero Aki no está preparada y él comprende y respeta ese sentimiento y su amor se convierte en un amor casto y puro que se eleva por encima de cualquier deseo sexual.

Un amor parecido al que ha sentido durante toda su vida el abuelo de Sakutaro por una mujer con la que no se pudo casar. Un amor correspondido que se mantuvo siempre a pesar de que cada uno formó su familia y caminó por senderos distintos.

El cisne como símbolo del amor eterno.

Aki enferma de leucemia, una enfermedad que la va debilitando y un tratamiento tan fuerte que le produce horribles sufrimientos. Aki muere con dieciséis años. Sakutaro queda embargado por la tristeza y la nostalgia de su amor perdido con la esperanza de que algún día se vuelvan a encontrar.

«Abuelo, ¿crees que volverás a estar junto a ella algún día?» Sakutaro pregunta a su abuelo con la esperanza de que la respuesta de su abuelo sobre el posible encuentro con su amor le ayude a él.

«No creo que la persona que yo amaba vuelva a aparecer ante mis ojos con la forma que yo conocía. Pero, si te olvidas de la forma, puedo decirte que ella y yo hemos estado juntos siempre. A lo largo de estos cincuenta años, no ha habido un solo instante en que no hayamos estado juntos.»

Y está larga conversación que mantiene con su abuelo esa noche es un maravilloso capítulo del libro, un encuentro entre la adolescencia y la vejez. Un encuentro de dos personas, abuelo y nieto, que comparten un sentimiento, dos seres que han conocido el amor puro.

Edición Alfaguara 2008

La novela la leí en esta edición de Alfaguara y la cuidada traducción de Lourdes Porta que respeta religiosamente el ritmo y el tono melancólico del escritor. No sé japones, pero he leído otra versión en una traducción inglesa y, de verdad, me ha gustado mucho más esta versión en español.

En el último capítulo del libro Katumaro regresa al presente. Sube al viejo castillo de la ciudad y lo hace con otra chica por la ladera sur, el mismo sendero por el que caminó con Aki. Al descender, entre unos frondosos arbustos, descubre aquellas hortensias que contempló aquella vez con Aki, aunque todavía no habían florecido. Aquellas hortensias que prometieron regresar para verlas en flor y que ya no podrán hacerlo.

Como confiesa el propio autor, la historia no tiene nada de especial. Hay otras novelas de enamorados en las que ella muere joven. Me viene a la memoria Love Story, aquella famosa novela de los años setenta y la película del mismo tirulo que hizo llorar a millones de jóvenes en todo el mundo.

Escenas de la famosa película de 1970

En Love Story ella también muere muy joven y también de leucemia y también está narrada desde los recuerdos de su amado ¿Recordáis cómo empieza la novela? Yo creo que es uno de los más poderosos comienzos de la novela contemporánea

«¿Qué se puede decir de una chica de veinticinco años que murió?

Que era hermosa. Y terriblemente inteligente. Que adoraba a Mozart y a Bach. Y a los Beatles. Y a mí.»

Fijaos en el ritmo de las frases, frases cortas, muy cortas, separadas por punto y seguido. Está hablando de las cosas de la vida que le gustaban a una joven que ha muerto y lo hace con esas frases que van conduciendo al lector a una fuerte emoción que culmina en la frase final: «Y a mí»

A pesar de este prometedor comienzo, la novela de Erich Segal no tiene la calidad literaria de la novela de Katayama. El estilo de la novela americana se diluye en un lenguaje demasiado coloquial, el lenguaje a la moda de aquellos años y las modas pasan, ya se sabe. No consigue llegar a la altura poética que alcanza Katayama con las palabras sencillas, ingenuas de un joven que recuerda a su primero y único amor.

Y termino este capítulo con dos momentos de la novela que describen perfectamente la altura poética del texto.

Katumaro asiste a la incineración del cuerpo de Aki y nos cuenta lo que siente.

«Era una sensación extraña. Ver cómo asciende en silencio hacia el cielo el humo del cuerpo quemado de la persona que más quieres en el mundo. Permanecí largo tiempo inmóvil en aquel lugar, siguiendo con la mirada los avatares de la columna de humo. El humo siguió alzándose hacia el cielo, a veces negro, después blanco. Y cuando los últimos jirones se fundieron con las nubes grises y el humo dejó de verse, sentí un terrible vacío en el corazón».

Este párrafo por sí mismo es una pieza maestra. Fijaos, por favor, en la sencillez con la describe el joven la marcha definitiva de su amada, su ascensión a los cielos en un humo que se va desvaneciendo del negro al blanco hasta fundirse en el gris de unas nubes que pasaban por allí.

«Saqué el pequeño frasco de cristal del bolsillo de la chaqueta. Tenía la intención de llevarlo conmigo mientras viviese. Pero no había ninguna necesidad de hacerlo, sin duda. En este mundo hay un principio y un fin. Y en ambos extremos está Aki. Me dio la sensación de que era suficiente con eso».

En este otro momento de la novela, Katumaru esparce, dejándolas volar en el viento y entre la lluvia de pétalos de las flores de los cerezos, el montoncito de cenizas de Aki que había guardado en un pequeño frasco de cristal.

El amor puro

Comentaba al comienzo de este artículo, que esta novela y Sonata de Invierno, la serie surcoreana basada en ella, han provocado entre los jóvenes, una corriente de pensamiento centrada en el amor puro. Un amor que se trata, básicamente, de un amor casto donde el sexo no aparece, no juega ningún papel en la relación amorosa porque lo que de verdad importa es la presencia del ser amado. Es un amor sin físico, un amor espiritual y esencial.

El autor confiesa que él no ha tenido nada que ver en esto, que en su novela ni siquiera se había planteado ese tipo de amor, que ni siquiera está a favor de esa corriente. Pero yo, la verdad, no termino de creerlo. No termino de creerlo porque hay detalles en su novela que desmienten claramente lo que manifiesta en la entrevista.

La prueba está en esas dos historias paralelas que encontramos en el relato: la historia de amor del abuelo y la del nieto, dos historias muy parecidas en las que ninguna de las dos culmina en el sexo, porque el sexo no tiene por qué ser la cumbre del amor. Se trata de dos amores plenos, infinitos que los acompaña durante toda su vida.

Y es que, ese amor puro precisamente se suele dar entre los adolescentes y entre los ancianos. Es ahí, en esas etapas en el principio y el final de nuestra vida, donde el sexo se desvanece y es el amor de los sentimientos lo que prevalece. Un amor donde la mera presencia del otro lo completa.

Hay una película española de 1963 que emocionó a los jóvenes en esos años: Del rosa al amarillo, dirigida por Manuel Summers, donde se relatan dos historias de amor en dos etapas de la vida. La rosa es la de dos niños de 12 y 13 años, Guillermo y Margarita que viven con emoción su primer romance y la amarilla que nos cuenta como una pareja de ancianos, Valentín y Josefa, se aman en silencio en el asilo donde viven.

https://es.wikipedia.org/wiki/Del_rosa_al_amarillo

Solo me queda deciros que no dejéis de leer la novela, seguramente os emocionará, os conmoverá y os abrirá de par en par las puertas de entrada al maravilloso mundo de la novela contemporánea japonesa.

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2 comentarios en «Novela contemporánea japonesa: «Un grito de amor desde el centro del mundo»»

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