José Luis Jimeno Zarza

El autor

José Luis Jimeno Zarza

Hay ciudades literarias como París, Praga, Nueva York, Dublín… y Madrid es una de ellas. Madrid le gusta a la Literatura. En Madrid te puedes encontrar a la Literatura una mañana de otoño en el paseo de Recoletos ajustando la bufanda blanca en el cuello de Valle Inclán o tomando un café en el Gijón; siempre dentro, detrás de su ventanal favorito. A la Literatura le parece una ordinariez sentarse en una terraza, aunque sea la del Gijón. En Madrid también puedes ver a la literatura rebuscando libros en la cuesta Moyano o paseando entre las hojas muertas del Retiro. Sí, a la Literatura le gusta Madrid.

Yo nací en Madrid en un frío y oscuro día de diciembre de 1952. Ya pronto se cumplirá un siglo de ese raro acontecimiento. Creo que era domingo ¡Pobre madre mía, que ni los domingos la dejé tranquila!

¿Y si me hubieran dejado elegir? probablemente habría elegido Madrid porque los madrileños nacemos donde queremos, sabido es que hay madrileños de todas partes del mundo.

Tampoco hubiera estado mal nacer en La Coruña, por ejemplo, ciudad entrañable a la que siempre regreso. Recuerdo las noches húmedas por aquellas viejas calles de piedra, empapadas del olor a mar que venía de la marea baja. Fui feliz allí.

Y si cruzamos el mapa de esquina a esquina, buscando otro mar, caemos en Almería. También me habría gustado nacer en Almería, la luz, el mar y aquellas siestas de calor, un calor definitivo que te va convirtiendo en vapor y te eleva hasta el techo de la habitación como en una experiencia cercana a la muerte.

Ya en Andalucía, donde el Guadalquivir se despide para morir, está Sevilla… ¡Ay, mi Sevilla! Las calles y la alegría y el barrio de Santa Cruz que te mira con esos ojos de mujer morena y Triana y el Cachorro y la Esperanza y aquel puente que se mece en la noche Santa. ¡Qué suerte nacer en Sevilla!

Subiendo un poco por el arco del Mediterráneo, no quiero pararme en Murcia, ni en Cartagena, ni en Alicante, ni en Benidorm porque sé que si me paro me quedo. Valencia, otra de mis ciudades, recuerdos de infancia, aquel balcón en Ruzafa y el mercado y el aroma de las frutas y las vendedoras con sus delantales blancos almidonados… Valencia, tan cerca y tan lejos ya de mi infancia.

Y Lugo, los paseos bajo el fino orvallo por sus calles empedradas, solitarias, melancólicas… y contemplar desde la muralla los tejados de negra pizarra brillantes de lluvia.

Toledo con el río que le abraza. Conozco bien Toledo, sus calles tan estrechas y los atajos para llegar antes a ese pequeño bar escondido en una recoleta plazuela que me brinda un misterioso vino.

Y Soria, la pequeña ciudad donde se entra llorando y se sale llorando de pena por tener que marchar. Eso mismo me pasó a mí.

Soria esta allí

Por donde tuerce un río

Con sus álamos quietos escuchando

Y está el frío

Y un castillo que la está mirando: Soria

Que bien lo cuenta el poeta en esos bellos versos leídos hace ya mucho tiempo.

José Luis Jimeno Zarza

Ya no sigo hablando de ciudades que me gustan porque no quiero dejar ninguna fuera. Me gustan casi todas, he dormido en cada una de las capitales de provincia y en las grandes ciudades y en muchos pueblos de singular encanto; he caminado despacio por sus calles y bebido los sabios vinos de sus tabernas.

El vino, uno de mis retos, ya casi como una promesa: Beber un vaso de vino en cada una de las tabernas de España. Comencé hace mucho, creo que voy por la mitad.

No sé qué más puedo contar de mí que interese un poco. En las breves notas biográficas de las contraportadas de mis libros señalan mi amor por los animales. Cierto, es un amor inquebrantable que me ha acompañado durante toda mi vida, que va creciendo con los años y que está por encima de todo. Sufro como testigo de la crueldad de los humanos con todos los animales, la miserable vida que condenamos a vivir a miles de millones de animales de granja… Sufro, y cada vez más. Creo que por eso me refugio en lugares apartados porque no quiero ver ni sentir y porque puedo hacer muy poco.

Si algún día todos, todos los humanos reflexionamos sobre nuestra atávica crueldad con los animales, viviríamos aterrorizados el resto de nuestra vida.

También señalan en las contraportadas que me gusta el cine y me gusta mucho, las viejas películas que han marcado nuestras vidas. Ya hablaré en el blog de esas películas que nos agarran y ya no nos sueltan. Y la música, la clásica, el jazz y las canciones, las canciones que nos consuelan, nos alegran o nos entristecen, pero siempre nos emocionan. Hablaremos de ello.

Y la literatura, mi amor apasionado, un idilio que se ha mantenido desde el comienzo de mi memoria. Un idilio que ha crecido y se ha ido reforzando con libros que han señalado el camino de mi vida, que han modelado mi mente, mi forma de ser y de pensar y de sentir. Tebeos, como el Capitán Trueno que leía en mi niñez y dejó impresos en mi instinto valores como la nobleza y el compromiso incondicional con la defensa de los más débiles y desamparados.

Y así podría seguir hablando de estas cosas, que son las cosas que me gustan, pero tiempo habrá para conocernos mejor y desgranar nuestras filias y fobias.